Esta es la historia de dos rivales: Razón y Corazón.
Corazón siempre fue muy romántico él, aunque más bien un teórico del romanticismo. Gustaba de "enamorarse", por así decir, de gente de un modo u otro inalcanzable, para así sufrir por amor de forma aséptica y fácil. Todo un drama queen. Bebía de dichos encaprichamientos para alimentar una inspiración bastante sedienta de sufrimientos platónicos. Pero cuando se trataba de realidad, Corazón nunca supo elegir bien, puesto que se veía reiteradamente incapaz de entregarse y mostrar su verdadera cara dulce y cariñosa.
Razón era muy diferente: siempre se partió el culo bastante de Corazón y sus elecciones, la muy jodía. Ella fue siempre la causante de que Corazón fuera tan reticente a sentir cuando llegaba la hora de la verdad. Razón siempre andaba malmetiendo, siempre fue muy exigente. Y Corazón que no lo veía claro, no podía dejar de escucharla. Razón siempre fue muy observadora, muy analítica, muy fría y muy pedorra en general. Era la listilla de los dos y quien realmente controlaba el cotarro.
Pero un buen día, Corazón empezó a latir por alguien. Supo controlarse hasta que Razón tuvo suficiente conocimiento del asunto como para darle su sincera opinión. Después de una larga y complicada conversación que duró bastante tiempo, Corazón tenía su respuesta: Razón lo veía claro. Corazón se había enamorado.
Razón y Corazón nunca habían sido tan felices. Iban a todas partes juntos y contentos, estaban de acuerdo en todo. No podían sentirse más dichosos. Algunas cosas había que a Razón no le acababan de encajar, pero se sentía tan contagiada por la felicidad de Corazón que ni pudo ni quiso decirle nada.
Pero un mal día, ocurrió algo terrible: Corazón sufrió un gravísimo accidente y fue herido de muerte. Nada de sufrimientos platónicos indoloros, esta vez el dolor era real. Razón, sosteniendo a Corazón moribundo en sus brazos, se sentía desolada. Se preguntaba cómo había dejado que aquello le pasara al pobre Corazón, habiendo ella visto cosas que podían haberle alertado a él... Y fue entonces cuando supo que ella no podía controlarlo todo siempre, porque los defectos de Corazón eran también los suyos propios. Razón comprendió que ella también era capaz de amar.
Pasaron largas las horas, los días, los meses... Corazón seguía muy enfermo, estaba al borde del colapso. Razón cuidaba de Corazón, intentando mantenerle a flote, pero muchas veces se hundía con él en vacíos negros y profundos. Corazón decía que jamás volvería a ser capaz de sentir nada, mientras que Razón sabía que llegaría ese momento, aunque lo veía tan lejano que se veía arrastrada por el pesimismo de Corazón. Acabaron por perder la cuenta de todas aquellas noches en las que lloraron juntos.
Al fin llegó el buen día en el que Corazón se recuperó repentinamente y volvió a sentirse feliz. Razón no podía estar más contenta: Lo había logrado. Había rescatado a Corazón del abismo del desamor.
Ahora Corazón y Razón van juntos de la mano siempre, sabiendo que para llegar a algún lugar donde merezca la pena ir, los dos deben escucharse mutuamente. Sabiendo que se exponen al dolor, pero sabiendo sobretodo, que el verdadero dolor solo acontece cuando se ha sido verdaderamente feliz.
A pesar de miedos e inseguridades varias, Corazón y Razón, ahora amigos inseparables, están dispuestos a asumir ese riesgo, el mayor de los posibles: El riesgo de ser feliz.