viernes, 14 de octubre de 2011

_Adventures in Solitude_

Envejecemos a pasos lentos pero certeros.
Una arruga más en la frente, otra en la comisura del labio, una nueva cana tratando de esconderse entre la maraña del resto de pelos de nuestras cabezas... Envejecemos. Es lo que tiene el paso del tiempo y lejos de entristecernos debe de hacernos felices pensar en esas arrugas, canas, achaques de más, ya que significa que aún estamos en la carrera. ¿Hacia dónde? La gran pregunta... Significa que estamos vivos, con eso basta.
Envejecemos porque aún seguimos aquí, intentando comer mucho tomate para librarnos de los radicales libres. Pero, a veces me pregunto: ¿Envejece también esa cabecita linda que tenemos sobre el cuello? 

¿Maduramos mentalmente a la par que envejecemos físicamente? 

La realidad es que la vida nos enseña cosas cada día que pasa. Quizá haya que ser un poco observador para caer en la cuenta de ello, porque las lecciones de diario no suelen ser vistosas, ni suelen suponer tampoco grandes cambios en nuestra perspectiva sobre nada. Pero, aunque no las veamos ahí están, acumulándose cual pequeños granos formando un montículo. A veces para bien y a veces para menos bien. Y otras directamente para mal. Pero merece la pena tomarse un momento para recapacitar sobre lo ocurrido y extraer esas pequeñas pero valiosas observaciones. Hay que prestarles atención, para que los pequeños granos de arena no creen un montículo que se nos acabe desparramando hacia ningún lugar y se vayan con ellos todas las cosas que no hemos querido saber. Todo lo que no hemos querido conocer. Bueno o malo, eso no importa señores/as, que la autocrítica también es muy válida e importante. 

Todo vale para conocer a ese desconocido que se agazapa tras los signos dejados por el paso del tiempo, que se esconde cobardemente entre piel envejecida y dolores de ciática. 
Ese desconocido que, en mayor o menor grado, siempre llevaremos en nuestro interior.